domingo, 21 de octubre de 2012

Parada en Phnom Pehn

Phnom Pehn, la capital de Camboya, no es una ciudad de edificios espectaculares, es más bien una ciudad de contrastes donde las mansiones y las chabolas se reparten números de la misma calle, donde los niños te saludan con una sonrisa y un "Hello!" al verte cara de extranjero, donde los todoterrenos Lexus invaden del espacio de calles estrechas en las que los tuk-tuks y las motos pelean por un hueco, donde los niños que ves en la calle no sabes si están jugando o están pidiendo limosna, donde hay decenas de familias viviendo en edificios calcinados a punto de derrumbarse, donde el iced coffee es delicioso incluso para alguien a quien no le gusta nada el café, donde la gente es amable sólo porque sí, donde los extranjeros que encuentras no son turistas sino trabajadores de ONG, donde puedes encontrar restaurantes internacionales a precios baratísimos y donde es imposible pasar desapercibido para los conductores de tuk-tuks o mototaxis que no paran de captar tu atención con un "Tuk-Tuk Sir?". Así es Phnom Pehn, o al menos así es como yo la he visto.



Phnom Pehn no cautiva con una parada, hay que dedicarle tiempo, pasear por el Riverside, sentarse a comer en el mercado nocturno, recorrer las calles en tuk-tuk, degustar la comida Khmer y los platos internacionales de la gran oferta culinaria disponible en la ciudad, desayunar donde desayunan los de allí, perderse por el Russian Market y probar todas esas frutas exóticas. Hay que conocerla para aprender a apreciarla. Phnom Pehn, ciudad-pueblo cosmopolita, sin duda, merece una parada.

                                     
 
                                                      En Palacio Real desde el Riverside.

 
En el mercado nocturno.


 Una cena de lo más agradable.
 
 
Una hora en vuelo separa Bangkok de Phnom Pehn, dos mundos tan distintos que parece mentira que estén tan increíblemente cerca.

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