domingo, 17 de marzo de 2013

El cine en “el tercer mundo”


Muchas veces he oído eso de: “¿Tailandia? ¡Eso es el tercer mundo!”. Pues más quisiéramos nosotros tener en España unos cines como los que hay en Tailandia, que muestran que para nada es el “tercer mundo”.



Una de las experiencias más agradables que se pueden tener en Tailandia es ir a relajarse viendo una película a cualquiera de sus numerosos cines. En Khon Kaen, ciudad de poco más de 150.000 habitantes, tiene 4 centros comerciales donde hay salas de cine con los últimos estrenos, incluso en 3D. En uno de ellos, siempre puedes encontrar en la cartelera películas en V.O. (en inglés) y películas tailandesas subtituladas en inglés. Todo no podía ser perfecto y bueno, el cine español, aquí no llega. Igual que tampoco llega, por desgracia, el cine tailandés a España. Suerte que tengo que ahora puedo disfrutar un poco de él, aunque solo sea en aquellas películas con subtítulos en inglés.

El cine en Tailandia no es muy barato, pero tampoco caro para lo mucho que ofrece: salas extremadamente limpias y cuidadas, con sillones comodísimos y buen sonido. Una entrada cuesta alrededor de 140 bahts, o lo que es lo mismo, 3.5€. Por un poco más puedes disfrutar de una entrada “premier” que te da acceso a la zona de sillones en los que además te ofrecen una mantita. Pero son sillones de verdad, lo que te hace sentir como si estuvieras en tu casa, o mejor, porque yo en mi casa de Tailandia no tengo sofá.

Lo más llamativo del cine en Tailandia no son sus estupendas instalaciones ni sus sofás de la última fila. Lo que más le llama la atención a un extranjero cuando va a ver alguna película a un cine tailandés es que, después de presentar los tráileres de los nuevos estrenos, y antes de comenzar la película elegida, se proyecta siempre, en todas las sesiones y para todas las películas, un mini-documental que dura aproximadamente 3 minutos sobre el Rey de Tailandia y durante el que todas las personas en la sala deben mostrar su respeto al máximo representante del país poniéndose de pie.

lunes, 11 de marzo de 2013

El tercer género

En Tailandia hay tres géneros. Eso es así y todo el mundo aquí lo sabe. Es lo primero que tenemos que aprender los profesores extranjeros novatos.

Tenemos a las chicas del género “mujer”. Presumidas en su mayoría, que no olvidan maquillarse y ponerse sus pestañas postizas para venir a clase.

También tenemos a los chicos, del género “hombre”. Los guapos machotes (o no) tailandeses con su eterna sonrisa en la cara.

Y por último tenemos el tercer género, del género “ni chico ni chica o las dos cosas a la vez”. Ahí se engloban en primer lugar a los “lady-boys”, es decir, chicos-hombres de nacimiento que visten como chicas, tanto que en algunos casos cuesta creer que debajo de la falda no tengan lo que a primera vista se espera. En segundo lugar, también pertenecen a este grupo los “chico-chica” que son chicas-mujeres de nacimiento que se visten como hombres pero que en algunos casos conservan su nombre femenino, a diferencia de los “lady-boys” que adoptan como apodo nombres de mujer. Cierto es que aunque la mayoría de la gente en Tailandia tenga una mente muy abierta respecto a este tema, el número de “chico-chicas” es mucho menor que el de “lady-boys”, lo que me lleva a pensar que quizás detrás de esta variación esté también la sombra del machismo rancio que domina el mundo.
Teniendo en cuenta esto, me pareció absolutamente lógico el comentario que un día me hizo mi alumna Daniela (chica-mujer): “Se debería legalizar el tercer género”. En mi ignorancia le pregunté qué es eso del tercer género y ella con toda la calma del mundo me explicó que el tercer género son todos aquellos que no son ni chicos ni chicas, que son mezcla o que son las dos cosas a la vez.
Aquí no hay conflicto con estas cosas. Las familias aceptan de buen grado tener un hijo o una hija homosexual, transexual o lo que sea, es decir, aceptan que su hijo o su hija pertenezcan al tercer género.

Al comentarle a uno de mis alumnos que en España las cosas no son como en Tailandia respecto a este tema, me dijo: “¡Qué triste! ¡Qué se vengan todos los homosexuales a Tailandia!”. Y no es mala idea. Aquí no hay reivindicaciones el día del orgullo gay, aquí se es gay todo el año y todo el año se está orgulloso, no hay más problema. ¿Será entonces que los problemas los inventamos nosotros? ¿Problemas de esa sociedad evolucionada que piensa que Tailandia es el tercer mundo comparado con los países occidentales? Pues en este tema nos llevan años luz de ventaja, o al menos eso me parece a mí. Sirva esto de ejemplo al mundo entero.

Aunque, para ser sincera, todo no es tan fácil como parece. En Tailandia, los estudiantes universitarios tienen que llevar uniforme por obligación, las mujeres falda y los hombres pantalones (igual norma rige para los profesores y las profesoras). Los estudiantes que son chico-chicas y las que son lady-boys llevan su uniforme correspondiente, es decir, los primeros pantalón y las segundas falda, en consonancia a lo que sienten que son. El problema viene el día de la graduación, ese día cada uno debe vestir acorde a su nombre y por mucho que se ponga falda un “lady-boy” para venir a la universidad, seguirá inscrito en el registro universitario como “Mr. Nosequé” es decir, con nombre de hombre. ¡Se me caería el alma al suelo si viera a una de mis alumnas (lady-boys) de pestañas postizas, maquillaje, falda y tacones vestida de hombre el día de la graduación! Para mí, y para todos, son chicas. Así es como se sienten  y eso es lo que son.

I cooking 4 u

6 horas en el autobús de Nakhonchai Air dan para mucho, sobre todo si al lado se te sienta una señora que se pasa más de dos horas enganchada al teléfono hablando en un rudimentario inglés que me permitía enterarme bastante bien de todo lo que decía.

Sin esforzarme mucho, puedo imaginar a quién iban dirigidas las llamadas. Las frases de la señora, que rondaría los 50 pero que vestía como una niña de 18 con su minifalda estrecha y su camiseta de hombros al aire azul, no dejaban lugar a dudas: “I cooking for you”, “I go morning, afternoon, evening, when you want”, “I wait for you”, “You visa, I take care of you”. Pues la señora, a pesar de que su inglés no daba para gran cosa, fue capaz de alargar la conversación más de una hora. Mi imaginación, más que nada por matar el tiempo, no paraba de dibujar a ese señor “farang” al que ella trataba de convencer ofreciéndole todos sus servicios. Mi sorpresa fue mayúscula cuando al terminar su conversación con este primer extranjero, llamó a otro, y supongo que sería otro porque inició la conversación desde el principio y en los mismos términos. Dudo mucho que se tratase del mismo porque por muy atolondrado que esté el tío, aguantar otra hora más de “I cooking for you” me parece demasiado.

Desde luego, la señora le ponía mucho énfasis a sus palabras, a falta de corrección lingüística, hay que ganarse al “farang” por otros medios y tonta, lo que se  dice tonta, no era para nada. Por si le falla uno, tiene a otro. Lo malo, que estos extranjeros tienen a su disposición jovencitas de cualquier edad cuyas primeras palabras en inglés son “Want marry me?” por lo que dudo mucho que su primera opción sea esta señora. Pero ya se sabe, más sabe el diablo por viejo que por diablo, y esta señora resultaba ciertamente convincente. Mi imaginación sigue volando y puedo ver a ese hombre en la oficina de inmigración, por la que tenemos que pasar todos los extranjeros, acompañado de su novia tailandesa, la que lo cuida y cocina para él. ¿Quién podría resistirse con estas proposiciones? Pocos, porque la oficina de inmigración está llena de señores extranjeros con mujeres tailandesas que para facilitarle la vida en Tailandia y los trámites con el visado no ponen pegas a la hora de casarse con ellos, más bien lo estarán deseando. Una pensión extranjera, en un país en el que la gente recibe una paga en la jubilación prácticamente nula, bien merece cocinar y cuidar al primer “farang” que diga “yes, I’ll marry you”.

El punto horterilla en Tailandia llega hasta los certificados matrimoniales. El otro día, gracias a las numerosas parejas “farang”- tailandesa que me encontré en inmigración, puede ver varios de estos certificados matrimoniales que les permiten a los esposos estar durante 1 año en Tailandia sin tener ninguna preocupación por su visado y fácilmente renovable al cumplirse el plazo. Los certificados están llenos de corazoncitos y florecitas de color rojo. No sé cómo serán en España, pero no me los imagino así para nada, me imagino algo mucho más serio ¿no?