lunes, 11 de marzo de 2013

I cooking 4 u

6 horas en el autobús de Nakhonchai Air dan para mucho, sobre todo si al lado se te sienta una señora que se pasa más de dos horas enganchada al teléfono hablando en un rudimentario inglés que me permitía enterarme bastante bien de todo lo que decía.

Sin esforzarme mucho, puedo imaginar a quién iban dirigidas las llamadas. Las frases de la señora, que rondaría los 50 pero que vestía como una niña de 18 con su minifalda estrecha y su camiseta de hombros al aire azul, no dejaban lugar a dudas: “I cooking for you”, “I go morning, afternoon, evening, when you want”, “I wait for you”, “You visa, I take care of you”. Pues la señora, a pesar de que su inglés no daba para gran cosa, fue capaz de alargar la conversación más de una hora. Mi imaginación, más que nada por matar el tiempo, no paraba de dibujar a ese señor “farang” al que ella trataba de convencer ofreciéndole todos sus servicios. Mi sorpresa fue mayúscula cuando al terminar su conversación con este primer extranjero, llamó a otro, y supongo que sería otro porque inició la conversación desde el principio y en los mismos términos. Dudo mucho que se tratase del mismo porque por muy atolondrado que esté el tío, aguantar otra hora más de “I cooking for you” me parece demasiado.

Desde luego, la señora le ponía mucho énfasis a sus palabras, a falta de corrección lingüística, hay que ganarse al “farang” por otros medios y tonta, lo que se  dice tonta, no era para nada. Por si le falla uno, tiene a otro. Lo malo, que estos extranjeros tienen a su disposición jovencitas de cualquier edad cuyas primeras palabras en inglés son “Want marry me?” por lo que dudo mucho que su primera opción sea esta señora. Pero ya se sabe, más sabe el diablo por viejo que por diablo, y esta señora resultaba ciertamente convincente. Mi imaginación sigue volando y puedo ver a ese hombre en la oficina de inmigración, por la que tenemos que pasar todos los extranjeros, acompañado de su novia tailandesa, la que lo cuida y cocina para él. ¿Quién podría resistirse con estas proposiciones? Pocos, porque la oficina de inmigración está llena de señores extranjeros con mujeres tailandesas que para facilitarle la vida en Tailandia y los trámites con el visado no ponen pegas a la hora de casarse con ellos, más bien lo estarán deseando. Una pensión extranjera, en un país en el que la gente recibe una paga en la jubilación prácticamente nula, bien merece cocinar y cuidar al primer “farang” que diga “yes, I’ll marry you”.

El punto horterilla en Tailandia llega hasta los certificados matrimoniales. El otro día, gracias a las numerosas parejas “farang”- tailandesa que me encontré en inmigración, puede ver varios de estos certificados matrimoniales que les permiten a los esposos estar durante 1 año en Tailandia sin tener ninguna preocupación por su visado y fácilmente renovable al cumplirse el plazo. Los certificados están llenos de corazoncitos y florecitas de color rojo. No sé cómo serán en España, pero no me los imagino así para nada, me imagino algo mucho más serio ¿no?

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